03 septiembre 2013

LA SENTENCIA FINAL


Imagen tomada por Niko320 - Freeimages.com



El juez ya lo ha decidido, y la ejecución -pese al reproche de una parte de la masa- será en breve un hecho. Se verán cara a cara ejecutante y ejecutado o verdugo y sentenciado, si se quiere. Pobre hombre el ejecutado, quien debe pagar muchas veces los platos rotos de los demás, aunque en otras ocasiónes fue él quien cometió el delito mortal. 

No se trata de una ejecución convencional, puesto que el condenado no es ahorcado ni guillotinado como antaño, ni tampoco electrocutado en la silla eléctrica o muerto vía intravenosa como las prácticas actuales. Es mas bien un novedoso sistema que al desgraciado le da una chance más de vida que surge a partir de sus propias habilidades o bien de las malas habilidades del ejecutor. Sin embargo, como contrapunto, en caso de que no se concrete esa chance el ejecutado debe pagar en algunos casos con una desgracia peor que la muerte misma. 

Este novedoso sistema consta de una esfera colocada en un punto a doce pasos de distancia de un arco o valla compuesto por dos postes de hierro colocados verticalmente distanciados uno del otro por aproximadamente siete metros con treinta y tres centímetros y uno vertical que los une a dos metros cuarenta y cuatro centímetros de altura. Una red de polietileno, polipropileno e inclusive nylon entretejida en forma romboidal o rectangular completa este arco, unida a los postes antes mencionados y utilizada para detener la esfera asesina, quien en ocasiones es tan violenta que vence a esta red y rebota saliendo del arco, siendo igual de válida la ejecución. Una vez bien colocada la esfera asesina -que a partir de ahora llamaremos "balón"- sobre el punto, y el desgraciado bajo los tres postes se procede a la preparación del verdugo quien toma dos o tres pasos de distancia, quizá mas, y en ocasiónes realiza rituales tales como rezos, señales de la cruz y bendiciones intentando hacer todo lo posible -o sentirse satisfecho creyendo que lo ha hecho- para una definición satisfactoria. Lo propio hace el pobre hombre bajo los tres palos, implorando a quién sabe que Dioses para que su castigo no sea tal y pueda salvar su alma.

Ya preparado todo el juez da la señal con un pitido de silbato, el verdugo desanda sus pasos en pronta carrera y con su pierna más hábil patea sutil o violentamente el balón intentando engañar o vencer al condenado y hacer ingresar la esfera en el arco. El ejecutado lanza por completo sus extremidades intentando detener el balón para que no ingrese dentro de la valla siendo válida la utilización de cualquiera de las partes de su cuerpo con ese fin.

Si la pelota finalmente no ingresa en el arco el ejecutado es dejado en libertad, a veces condicional por una segunda pena llamada "rebote" cuando la primera es provisoria. En las ejecuciónes de pena única y final es dejado directamente en libertad, algo obviamente muy festejado por el ex convicto y duramente lamentado por el verdugo. De la otra forma, si el balón ingresa en la valla de la forma que fuere, quien celebra y se lleva toda la gloria es el verdugo -los verdugos de sentencias memorables suelen quedar en la memoria colectiva y en la historia imborrable de los torneos- que pasará a la posteridad, mientras que el ejecutado no desaparece en su forma física sino que es arrojado a la peor de las humillaciones, insisto, para mí en un castigo peor que la propia muerte. Sobre todo si el ejecutante fue tan malvado como para ejecutar magistralmente, de forma sutil, acariciándola levemente con la punta del pie hábil en la parte baja de la esfera para que ella se levante a mediana altura y baje levemente muy mansita para descansar en el fondo de la red. 

El público presente que ha elegido tomar parte por el ejecutador y alentarlo a definir correctamente salta de algarabía cuando esto sucede, logrando que el condenado se sienta aún más humillado e inútil. El nerviosismo y la tensión palpables en el ambiente son las más fuertes que jamás he visto y sentido, más cuando uno toma parte; pero aún sin hacerlo el clima de este novedoso castigo es conmovedor, logrando que se llege a sentir incluso lástima por el pobre desgraciado. 

He sido testigo y espectador de numerosas de estas ejecuciónes y cada día me sorprendo más de el ingenio de quienes la diseñaron que quizá nunca imaginaron que causaría tanto impacto y sensación. Creanme que vivir una sentencia semejante es incluso más emotivo y entretenido -en ocasiones- que el evento que uno se ha preparado para ir a ver realmente y que transcurre previo a la sentencia. Por último, quiero destacar que lo más notable y más valorado por mí sobre esta práctica es que es pacífica y no corre ni una gota de sangre, salvo contadas excepciónes donde el público ha tomado parte o bien ejecutantes y ejecutados fueron más allá de la sentencia y la llevaron a un nivel físico.

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