24 agosto 2017

RICARDO IORIO, EL ROCK ES DECIR NO

Por Leandro Baschar - @lbaschar

La imagen de Ricardo Iorio conversando, y luego abrazado sonriente, con Alejandro Biondini despertó la polémica y llenó de críticas al cantautor por su hipocresía, cinismo y apoyo a un partido fascista. Sin embargo, repasar su obra señala otra cosa.



El Ruso Verea tiene una frase de cabecera para identificar lo que es o no es Rock: “Rock es decir NO; cuando dice SI es entretenimiento”. 

Quizás por eso entender una personalidad tan compleja como la de Ricardo Iorio en tiempos de viralizaciones, grietas y encasillamientos, sea tan difícil. Para comprender la vida y obra de una persona, muchas veces hay que apartarse y separar los preconceptos del sujeto. Iorio fue el mentor de las tres bandas más significativas en cuanto a metal pesado se refiere en nuestro país. Cada fase de su desarrollo compositivo respondió a una realidad que lo circundaba, y a la cual él transformó en canción. 

Bajo esa premisa, siempre dijo que un autor debe escribir sobre su entorno, su vivir. “Uno es uno y su circunstancia”, como dijo Ortega y Gasset. Por eso en los 80 su música y letras rezaban "basta de hippies, basta de rogar, estalló el tiempo del metal”. Sí: en épocas donde ser “duro” era mucho más difícil que hoy, donde lo políticamente incorrecto algunos lo reducen a 140 caracteres, Ricardo pateaba la mesa. Venía de abajo, se autodefinía hijo de “cabecita negra”, y eso no era bien visto por los mismos a quien -paradójicamente- ahora lo vinculan. 

Una voz rebelde estallaba en el BA Rock, denunciando “quince años de engaño”. Desde chico ya gritaba “¡NO!” y no le importaba el qué dirán. Ya no creía en nadie, porque nadie creía en él. Hace más de 30 años que nos explicaba que estamos Cautivos del Sistema: “Y vos y yo consumidores de basura, acrecentamos el poder de esta gente que nos impone las reglas de este juego y ríen al vernos caer en su trampa demente”. Molestaba y molesta.

Más tarde, en Hermética, describió la década de los 90 en canciones como Gil Trabajador y abrazó la causa indigenista mucho antes que la bandera wiphala se transformase en un souvenir de quien fue de viaje al norte y vio una realidad pero no tuvo la empatía necesaria para ponerse en el lugar del poblador originario. “Pueblos nativos del suelo mío fueron saqueados y sometidos”, dice en La Revancha de América, la misma retórica que en Sentir Indiano. Sin embargo, estos últimos días se enojó porque esa misma canción la tomaron los Mapuches, quién él juzga como “ingleses” e implantados por la corona británica que alienta el secesionismo. Disparatada o no, es su teoría. 

Luego de la foto, muchos salieron a juzgarlo. Desde su guarida, estaban esperando el momento. Los mismos que luego se quejan cuando otros los juzgan. “Quemado”, “alcohólico”, fueron algunos de los vicios que se le endilgaron, como si eso lo hiciese menos persona. Allí es cuando la falsa transgresión queda bajo los mismos estándares conservadores que tanto se proclama repudiar. 

San Martín-Rosas-Perón. Una pizca de Seineldín. Alberto Rodríguez Saá presidente, Pino Solanas ministro. Todo ese es el ideario político de Iorio, que identifica Patria con Nación, Nación con Estado. En sus valores están los pueblos del interior, de La Pampa, a quienes tantas veces le cantó. También Tilcara, San Juan y Ñandubaysal. Su prosa es un recorrido geográfico por Argentina. Locaciones que tal vez nadie hubiese escuchado. Rutas que conoce a la perfección, porque es profeta en su pueblo. Como dijo en Las calles de Liniers, solo transmite lo que observa. Allí denuncia también el negocio en torno al credo religioso. Otro error de quienes lo encasillan en el conservadurismo. En pleno Menemismo denunció al poder establecido.

Hospitalarias Realidades grafica a la perfección la falta de humanismo médico -cuestión que el mismísimo Favaloro ha alertado- en la mercantilización de la medicina. No se pone en contra de todo el colectivo de los trabajadores de la salud, como maliciosamente quiso endilgarle alguna nota de las tantas que vieron luz estos días. El tiempo le dio la razón cuando escribió “en un avión se llevó el dineral”: predijo la huída de De la Rúa y el descalabro económico financiero del Estado. También, nos indagan sus letras sobre cómo ciertos políticos pueden volver a presentarse. Olvidamos, y a él lo crucificamos… 

El Mundo es Guanaco, por eso El Pibe Tigre sufre lo que le pasa y es rehén de “un trompa extranjero que compra el país”. El oficial se lo lleva, por “perejil”. Sí, otra vez denunciando un abuso de la autoridad. Como en Presa Fácil. El amperímetro no se detiene, para desgracia de las cerradas mentes que la lírica de Iorio desencaja. Y en ese torbellino de ideas, surgió hace más de 15 años el disco Piedra Libre, quizás su obra más relacionada con la política nacional, donde pasa de cantar “cumpliendo un sueño de niño estoy cantando el nombre de Juan Perón” a denunciar que tienen preso a un guerrero nacional. Ese que fue uno de los hombres más destacados en el campo de batalla de Malvinas, pero que a la vez se sublevó contra el orden constitucional, supuestamente contra el “Nuevo orden mundial”. Pero, nuevamente pero, hacía poco había escrito “Me ha dictado la razón, cantar en repudio al genocidio ejecutado”. Y por más que parezca inconexo, hay una lógica de fondo. El ejército argentino tiene dos alas, como en todo ámbito: una nacionalista, otra entreguista. En palabras del propio Seineldín, los primeros solo realizaron el golpe de 1943, de donde surge la figura de Juan Domingo Perón. 

Al parecer, entender a Iorio resulta bastante más complejo de lo que se puede suponer. Nos cuestiona hasta lo que preferimos tirar debajo de la alfombra: el origen militar de Perón, el mismo que algunos vieron o ven como una reivindicación de la justicia social. Mandamiento peronista que parece ensalzar en uno de los covers de ese mismo trabajo discográfico: Sirva Otra Vuelta Pulpero, donde queda evidenciada la injusticia de los sin techo. “Con once familias, le hemos ganado, una vez, al Estado. Eso sí que es triste, pa´l que no tiene rancho, ni donde caerse muerto”. ¿Por qué habiendo tantas letras para elegir, Iorio opta por versionar ésta? No olvida de dónde viene, y hasta tiene una lógica clasista. 

Todo este andamiaje debe ser su propia memoria de siglos. Allan Kardec Y Joseph Benner contentos, viendo cómo un cantautor argentino siente que tiene esa carga de sus vidas pasadas y viene a poner blanco sobre negro. Ya en su retiro a la inmensidad, sus letras suelen hablar del campo. Pero incluso allí, denuncia al Glifosato.

El cantor no puede callar, porque si se calla, calla la vida. Grita, grita lo que otros callan, a su modo, verborrágico y letal. En el fondo se debe divertir, porque sigue diciendo que NO. Porque NO puede sacarse una foto con Biondini, a quien paradójicamente el sistema dejó presentarse en elecciones. Quizás en su análisis, considere que es un continuador de esa línea defensora de lo “nacional”, lo autóctono. Quizás solo lo hizo para provocar. Y ahí entra el debate, la discusión. Pero de ningún modo se puede dilapidar, subestimar o menospreciar toda la obra del autor.


Ricardo, haciendo lo que hace, al menos nos obliga a pensar. Él prefiere eso, antes que ser un eslabón más de la cadena de escapismos que proponen otros géneros musicales, donde el sexismo acapara cada letra, pero que nadie juzga ni repudia, como hicieron con él. También rompe todos los pensamientos directamente proporcionales. Y en definitiva, como él mismo dice, él quedó así. Producto de todo lo vivido, producto de todo lo sufrido. “Se confirma que ignorancia es la enfermedad que al mundo apesta”…

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