30 agosto 2017

PAGAR POR LO MISMO

Por Gonzalo Ochoa y Leandro Baschar - @lbaschar

Una crítica feroz a lo que podría ser y no es: la calidad de la transmisión del fútbol pago, y la imposibilidad de asistir a una cancha como visitante.





Los primeros partidos de la Superliga no mostraron nada nuevo en cuanto a la transmisión de los partidos: mismas cámaras, misma tecnología, incluso mismos relatores, como si se tratara de una continuidad de Fútbol Para Todos, pero desde un canal privado.

Si algo tuvieron las empresas deportivas de televisión encargadas de transmitir los distintos torneos de fútbol mientras duró FPT fue tiempo: para prepararse, para analizar qué hacía el Estado, que rumbo tomaban las transmisiones, para invertir en tecnología, para formar relatores con una impronta y un estilo propios, etc. Y así, cuando cambiara la mano y el fútbol volviera a manos privadas -tarde o temprano pasaría-, estuvieran realmente preparadas para brindar un producto novedoso y de calidad, acorde a las exigencias del espectador. La cadena Fox, incluso, tenía cierta ventaja: los derechos de transmisión de las copas Libertadores y Sudamericana, para probar en vivo y en directo la recepción de los hinchas. Sin embargo no hubo innovacion alguna.

Y es que, tampoco necesitaron mejorar: no hubo competencia entre propuestas televisivas, sólo entre propuestas económicas. El que puso más plata -Ted Turner- se quedó los derechos. ¿Y la calidad? después vemos. No habría problema que así fuera, si no es porque el espectador queda como rehén del monopolio del gol y no en la posición de consumidor a gusto: no hay alternativas legales para ver el partido más que ir a la cancha; y eso sólo hasta agotar entradas, y sólo en condición de local. 

No adherimos a que "el fútbol es un Derecho". No está en la Constitución, tampoco en el Pacto de Derechos Civiles y Políticos. Sin embargo, resulta curiosa la poca injerencia que tuvo y tiene el consumidor en lo que al espectáculo deportivo se refiere, y aún más cuando es el que paga por él.

La decisión de otorgarle la transmisión de los partidos a tal o cual empresa, se arregló entre gallos y medianoche, con desprolijidades tales como extender el plazo para la presentación de una oferta cuando ya había vencido. Porque desde AFA y lo que quedaba de Fútbol Para Todos, lo que hicieron fue extorsionar a los Clubes al no otorgarles las partidas presupuestarias adeudadas, y en ese círculo vicioso que existía, uno debía lo que no podía pagar porque no tenía la plata que pensaba tener.

¿Por qué ningún televidente fue consultado acerca de tal o cuál empresa quería que se quedase con el negocio? Es cierto, suena loco, pero... ¿por qué no? ¿Acaso no somos los destinatarios finales de un producto que hasta hace meses era gratuito? Además, si uno está seguro de ofrecer algo cuya calidad es irrefutable, no teme a la competencia en la oferta. O no debería temer… Pero, si los mismos que durante años bajaron la línea de “para ver espectáculo andá al teatro” vuelven a adueñarse de la pelota, es como mínimo contradictorio. Venden algo que ellos mismos denostaban, a fuerza de reduccionismos absurdos. 

Otra cosa que perdemos de vista es que el fútbol es un espectáculo deportivo que se desarrolla estadios de concurrencia pública tanto local como visitante. Este sí es un derecho coartado desde hace años con la exclusión de los visitantes bajo el argumento de la seguridad. Por ende, nos encontramos en una situación más desventajosa que antes del Fútbol Para Todos: además de no tener ni la más mínima influencia entre los dueños de la pelota, tampoco contamos con la alternativa de concurrir al “espectáculo público deportivo” de visitante. Es como si pusieran un peaje en una ruta que no tenga otra vía alternativa para poder circular gratis.

El monopolio entonces es prácticamente total. Salvo la afortunada minoría que puede pagar la cuota de socio e ir de local a la cancha ¿30.000 personas promedio por equipo?, el resto tiene que pagar cable y codificado para ver a su equipo, en una transmisión que no tiene ninguna mejora con respecto a las transmisiones anteriores y un torneo que tampoco seduce desde su formato. Relatores que desaciertan apellidos, o comentan cosas sin relación con el partido; la muestra gratis hasta octubre con una transmisión SD que es peor que el viejo NTSC o PAL; una gráfica minimalista, al punto que en vez del escudo de los equipos se muestra la inicial gigante -sin contar a los superhéroes photoshopeados para presentar la liga en las redes sociales-; una puesta en escena deslucida, sin utilizar ni siquiera drones, etc.

Y la frutilla del postre es la decisión de volver a vedar los goles hasta el domingo a la noche, incluso en internet. En la era digital, con el auge de las redes sociales y las plataformas, los dueños de la pelota no quieren dejar ni las migajas.

Al final, el mayor perjudicado es el socio -de una asociación civil sin fines de lucro-: está obligado a pagar un abono fijo de televisión para ver una disciplina deportiva de las que realiza su club -además de la cuota social- por no tener ni siquiera la opción de asistir de visitante. Quien más plata pone para alimentar su pasión es el mayor perjudicado. Y suena tan loco como lo que es: un liberalismo sin libertades.

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